Tenía una audiencia con la Dirección de Prensa que había solicitado como asesor gremial de la Asociación de Periodistas. Me cruzo circunstancialmente con Ricardo Ahe, por entonces perteneciente a la Secretaria Legal y Técnica del Dr. Julio González. Nos saludamos con Ricardo que estaba acompañado de otra persona. Me pregunta: “¿Se conocen con Alejandro Olmos?”
Los dos dijimos que no.
Pero los dos teníamos referencias sin habernos visto nunca.
Alejandro Olmos era asesor del último ministro del interior antes del golpe contra el gobierno peronista de Isabel.
El 15 de enero el abogado Roberto Antonio Ares había reemplazado a Angel Federico Robledo.
Olmos me dice: “Miguel, el que me habló de vos fue el “Tano” Salvador.”
Mi rostro sorprendido hizo que Alejandro definiera más a la persona.
El “Tano” era Salvador Ferla, un siciliano nacionalizado al que yo había conocido por recomendación de la escritora y resistente peronista Maruca Ortega de Carrasco.
Maruca y Salvador eran vecinos de Olivos, y Ferla había hecho una obra magnifica, editada en 1964, con el título Mártires y Verdugos, sobre los fusilados del 56.
Yo lo había entrevistado, y Alejandro Olmos continuó: “El “Tano” era militante de la Alianza Libertadora Nacionalista, y cuando lo corrían se refugiaba en mi oficina de la calle Bolívar.”
Aquel día, con el caluroso febrero, y con mis 30 años, conocí al cincuentón de Alejandro Olmos. Me lo había presentado otro patriota, Ricardo Ahe, que integró el Operativo Cóndor, cuando la Juventud Peronista fue a Malvinas, desviando un avión de Aerolíneas Argentinas hacia el archipiélago ocupado.
Cambiamos opinión acerca de la situación del país en febrero del 74. Olmos dijo que el Ministro del Interior lo veía muy difícil y Ricardo me dijo: Miguel, ya lo hemos hablado. Está muy complicado.
Me despedí de los dos y me olvidé de la reunión que había pedido con Cesareo Gonzalez Blanco.
Crucé la Plaza de Mayo con un fuerte impacto emocional. En un ratito todo se había reducido a mi infancia.
Ricardo Ahe, además de compañero era vecino. Vivía a dos cuadras de casa, sobre la calle Hipólito Yrigoyen. Siguiendo por esa misma arteria, cruzando las vías del Ferrocarril Belgrano, estaba la playa de carga y descarga, y en un sector libre, teníamos nuestra cancha de futbol.
El otro arco daba espaldas a la calle Libertad, cortada por las vías y en cuya esquina vivía Alfredo Coto, el hoy poderoso empresario supermercadista.
Fue en ese campito donde se jugaban varios partidos con asistencia de mayores.
Nuestro equipo tenía la camiseta de Rosario Central y se llamaba Deportivo Florida.
El 9 de junio de 1956 era sábado. Entre los mayores que presenciaban nuestros partidos estaban los hermanos Livraga. El menor era compañero de colegio, solo que iba al turno tarde y nosotros al de la mañana.
Juan Carlos, su hermano mayor, esa noche del 9 de junio fue a escuchar la pelea de Lausse a seis cuadras de la casa de Ricardo Ahe, por la misma calle, Hipólito Yrigoyen y a cinco cuadras y media de nuestra cancha.
El domicilio exacto: Hipólito Yrigoyen 4519, Florida.
Terminaba de cruzar la Plaza de Mayo y todo se producía a una increíble velocidad, la asociación de la reunión en la Casa Rosada, y el hombre que desde Palabra Argentina había convocado a una Marcha del Silencio por los fusilados.
La marcha se había efectuado en 1956, después de los fusilamientos. Salió de la 9 de Julio y Córdoba, tomando por ésta para ir a colocar una ofrenda floral al monumento de San Martín en la plaza homónima. Sufrieron gases lacrimógenos de los policías y agresiones de los comandos civiles. Pero los 3000 compatriotas se mantuvieron firmes hasta llegar a la plaza, pese al 4161.
Aquella noche del 9 se llevaron de esa casa de Florida a Juan Torres, Juan Carlos Livraga, Nicolás Carranza, Rogelio Díaz, Carlos Lizazo, Francisco Garibotti, Vicente Rodriguez, Mario Brion y Norberto Gabino.
Juan Carlos Livraga había sido invitado por Vicente Rodriguez. Se mezclaban los que conspiraban bajo las órdenes de Andrés Framini, que era el jefe civil, y los generales Valle y Tanco, que eran los jefes militares.
De Florida los llevan en un colectivo de la hoy línea 161, por entonces 19, a la comisaría de San Martín, donde ya estaban presos Julio Troxler y Reinaldo Benavidez.
Los llevan a León Suarez para fusilarlos.
Rogelio Díaz, Troxler, Benavidez y Gabino escapan en las sombras de la noche.
A los demás los fusilan y a Juan Carlos Livraga le pegan el tiro de gracia. Pero no lo matan. Sobrevive y es el que le informa a Rodolfo Walsh para escribir Operación Masacre.
Caminaba aceleradamente por Avenida de Mayo y me venían otros recuerdos, por ejemplo, que el Coronel Ricardo Ibazeta, uno de los militares fusilados, era primo de Olmos.
Nosotros éramos muy chicos pero ya el 13 de noviembre del 55 Alejandro había sacado el primer número de Palabra Argentina, cuya frase sentencia, debajo del título, decía: “La trinchera del pueblo, al servicio del país”.
Era un tabloid de 8 páginas, semanario, que llegó a vender en su mejor momento, 250.000 ejemplares. Por lo que se calcula que un millón de peronistas y nacionalistas lo leían.
Alejandro Olmos, un inclaudicable trabajador intelectual, había nacido el 1° de Mayo de 1924, en San Miguel de Tucumán.
Como muestra del destino prefijado del patriota se fue de este mundo a los 75 años, un día como hoy, 24 de abril del año 2000. También como hombre del destino, en el mismo día que en 1946 el General Perón nacionalizaba los depósitos bancarios y el Banco Central de la República Argentina.
En el Juzgado Federal n° 2 de la Capital Federal, en 1982, Alejandro presentó denuncia penal contra los responsables civiles y militares del endeudamiento del Proceso, en el expediente 14467.
Después de tenerse cajoneada la causa durante mucho tiempo, el juez Ballesteros dictaminó todos los ilícitos que había probado Alejandro, con fecha 13 de julio del 2000.
Pero ya era tarde. Olmos, un patriota olvidado, hace 21 años se retiraba de la lucha activa. Quedan sus banderas en la memoria de los patriotas, mientras los delincuentes denunciados gozan de buena salud.
OLMOS NO HIZO UN LIBRO. HIZO UNA DENUNCIA PENAL, QUE ADEMÁS SE TRANSFORMO EN LIBRO.
En la página 85 del mismo dice textualmente:
“Este libro tiene un destinatario: el pueblo. No es ésta una frase convencional, ni un halago demagógico. Es la expresión sincera de una verdad auténtica. Es mi verdad. Esa verdad que aflora con fuerza imperativa, después de haber agotado innumerables llamados a las puertas de quienes tienen responsabilidad de las cosas públicas. El tema de la deuda es tabú y una suerte de sordera colectiva parece haber atacado a quienes se instalaron en las más importantes oficinas del Estado…”
A Alejandro no lo volví a ver hasta el día que entró con su traje gris, su camisa azul, y dos paquetes con 20 libros en cada mano, en el local partidario que teníamos en la Avenida Maipú al 1700 de Vicente López. Allí traía la primera edición de su libro, la que ayudamos entre todos comprándosela, incluso a cuenta de lo que faltaba entregar. Los militantes hacían fila para pagársela, entre los que se encontraba el General Ernesto Fatigatti.
Un día como hoy, hace 21 años, salíamos de nuestro programa de televisión para ver en la Sociedad Argentina de Escritores el cuerpo en soledad de un patriota.
ALEJANDRO NO MURIÓ. ALEJANDRO VIVE EN LA LUCHA DE LOS PATRIOTAS Y EN EL RECUERDO DEL PUEBLO DE LA RESISTENCIA.
TE LO ASEGURO: ES PALABRA ARGENTINA.
La seguimos el lunes a las 6, por AM 650 Radio Belgrano.
MIGUEL ANGEL DE RENZIS
